Desde navidades no hay otra cosa de
la que hablemos que el viaje a Katmandú. Hacia mediados de enero tenemos que ir
a renovar el visado, y todos nos lo hemos planteado como unas mini vacaciones.
No paramos de hacer cuentas de cuantos días quedan, hemos tenido que hacer algo
de presión para que nos den varios días allí, ya que el viaje es de dos días y que
mínimo que estar allí unos tres para poder coger fuerzas para el viaje de
vuelta. En la memoria de todos está aun cuando vinimos a Taluwa y lo largo e
insufrible del viaje.
La verdad es que yo tengo ganas de
ir, pero me sorprende que no tanto como mis compañeros, ellos sueñan con todas las comodidades del
primer mundo y yo que también las echo de menos, no puedo dejar de pensar que
en fin…aquí tampoco se está tan mal. Recuerdo la ciudad como un caos, sucia,
ruidosa, carísima y con tanta polución que me picaba la cara, me lloraban los
ojos y los mocos salen negros (claro que esto último también pasa aquí cada vez
que nos movemos en bus por el polvo que levantamos).
Por fin llega el día, vamos primero
a Okhaldhunga, dormimos allí y por la mañana temprano partimos hacia la ciudad.
Nos han dicho que el jeep viene a recogernos a las siete de la mañana pero con
el horario nepalí, ninguno confiamos en que sea cierto, aun así por las dudas
nos acostamos pronto y a las cuatro de la mañana tocan con prisa la puerta de
la habitación donde dormimos, Alba, María y yo. Es Ganesh gritando nerviosos
que el jeep está en la puerta para recogernos… “¿¿¿¿¿cómo?????”, pues sí el conductor
le ha llamado y le ha dicho que pasaba ya a por nosotros, y efectivamente ahí
estaba…
Nos levantamos maldiciendo, con
legañas y sin tiempo para desayunar, sin saber muy bien que pasa, pero pensando
en que en el fondo cuanto antes salgamos antes llegamos así que cargamos los bultos a los coches.
Usamos dos jeeps, porque en total
somos once y los jeeps son de diez personas, así q tenemos que completarlos,
por eso lo de salir tan temprano y por eso a los quince minutos de viaje
paramos en “Milanchoc” que es digamos la parte baja de Okhaldhunga de dónde
salen todos los transportes, y allí desayunamos y esperamos pacientemente hasta
completar los jeeps. Así con un chia y una somosa de desayuno, vamos recogiendo
gente que quiera ir a Katmandú y por supeusto se nos hacen las siete de la
mañana.
Por fin, podemos partir…
El jeep con diez pasajeros no es
cómodo y saltamos en cada bache todo al unísono, tenemos unas cuatro horas de
viaje hasta llegar al puente, ese que debemos cruzar a pie. Para después
montarnos en otro jeep.
Ésta parte del camino no la conozco,
en el viaje de ida a Taluwa era muy de madrugada y sólo recuerdo cabezadas y acantilados
que no quería mirar.
Ésta región hace honor a su nombre,
Okhaldungha significa nuez de piedra, y piedra hay por todos lados como en
Taluwa. Subimos y bajamos dos montañas y lo único que vemos son zonas rocosas
áridas y piedras por todos lados, hay poblados, ( más bien casas mal agrupadas
a lo largo del camino) todo es bastante parecido del lugar de dónde venimos.
Hoy no me sorprenden ni los botes
que damos ni los acantilados me parecen tan peligrosos…me he acostumbrado y mi
percepción del peligro y de lo que es “inhumano” ha cambiado.
Llegamos al puente, y lo cruzamos,
éste sí me parece tan largo cómo la primera vez y no paro de pensar en la
señora que me porteó los bultos, la busco entre la gente, pero no la veo, ésta
vez no necesitamos porteadores, no llevo esa segunda maleta.
Tardamos como una media hora en encontrar
otro par de jeeps y completarlos para seguir el camino. Y a los pocos
kilómetros podemos ver como la orografía ha cambiado, cruzamos el Tarái (el
valle de Katmandú) lleno de campos verdes de trigo y arroz, con el gran (duk
kosi) el río que nos acompaña todo el camino y que ahora tiene menos caudal,
estamos a finales de invierno, y la época de lluvias queda muy lejos.
Por ésta zona hay menos montañas y
supongo que por esto las casas se amontonan más ordenadas, dibujando lo que
nosotros consideramos pueblos. Por el camino medio enserio medio en broma
comentamos que éstos podían ser los pueblos en dónde nos hubiera gustado
trabajar, mucho más bucólicos, más cómodos, y definitivamente más bonitos.
Por la noche llegamos sin energía
por fin a Katmandú, al hotel “Premium” el mismo de la otra vez, pero no hay
habitaciones para todos así que Alba, María,
Ganesh, Iñaki, Pablo y yo nos vamos a otro hotel.
Lo primero que hago es sentarme en
el wáter…joder como lo echaba de menos, y yo que decía que no tenía problemas
en usar el baño turco en cuclillas…pero dónde va a parar. Estoy tan emocionada
que le hecho una foto y le escribo una Oda que publico en Facebook.
“Me hallo cual princesa en un trono,
mi esfínter está relajado,
Qué placer más mundano, cagar en un
buen wáter sentado!”
Sé que no es para sentirse orgullosa
de mis rimas, pero de verdad…que placer…
Por la mañana, bien temprano, nos
duchamos “ohhhh!!! Agua caliente, solo con abrir un grifo!! Y con presión! Como
te echaba de menos!”
De camino a “Premium” para el
desayuno pasamos por una pastelería y paramos “ohhhhhh, un buen café de
cafetera, con su olor y su espumita en la leche….ohhhhh, pasteles de chocolate!
Donuts! Croissant!!!”
Convencemos a Ganesh y desayunamos
previo al desayuno gratis en el hotel, no nos importa.
Y ahora sí tengo que hacer un alto
importante en la historia y hablar de lo que para mí supuso ese desayuno tan
común europeo. Me pedí un café con leche, con doble de azúcar y un croissant de
chocolate, y de verdad os lo juro que sin saber porque mis ojos se encharcaron
de placer, y lloré. No como una magdalena acongojada, claro que no. Pero sí extasiada
porque no cabía en mi más felicidad, añoranza, disfrute… y no pude evitar pedir
un cigarro y fumar (Lo siento mamá, Esteban y Begoña) pero no os podéis
imaginar lo necesario que era completar ese cuadro, disfrutarlo sin problemas,
al cien por cien (puede pareceros una estupidez, y sé que lo es. Pero no sabía
lo que echaba de menos los placeres banales de España hasta ese café, ese croissant,
ese chocolate y ese cigarro)
Me gustaría decir que todo esto no
tenía precio y no lo tubo por las endorfinas que generó mi cuerpo y lo feliz
que me sentí…pero si monetariamente y
nos costó la tontería más que una comida completa en Okhaldhunga, el doble de
una noche de hotel… pero lo pagué feliz, con la certeza de que los próximos día
buscaría un sitio más barato para repetir la hazaña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario