viernes, 14 de febrero de 2014

KATMANDÚ, UN VIAJE A LA INCOSCIENCIA


Desde navidades no hay otra cosa de la que hablemos que el viaje a Katmandú. Hacia mediados de enero tenemos que ir a renovar el visado, y todos nos lo hemos planteado como unas mini vacaciones. No paramos de hacer cuentas de cuantos días quedan, hemos tenido que hacer algo de presión para que nos den varios días allí, ya que el viaje es de dos días y que mínimo que estar allí unos tres para poder coger fuerzas para el viaje de vuelta. En la memoria de todos está aun cuando vinimos a Taluwa y lo largo e insufrible del viaje.

La verdad es que yo tengo ganas de ir, pero me sorprende que no tanto como mis compañeros,  ellos sueñan con todas las comodidades del primer mundo y yo que también las echo de menos, no puedo dejar de pensar que en fin…aquí tampoco se está tan mal. Recuerdo la ciudad como un caos, sucia, ruidosa, carísima y con tanta polución que me picaba la cara, me lloraban los ojos y los mocos salen negros (claro que esto último también pasa aquí cada vez que nos movemos en bus por el polvo que levantamos).

Por fin llega el día, vamos primero a Okhaldhunga, dormimos allí y por la mañana temprano partimos hacia la ciudad. Nos han dicho que el jeep viene a recogernos a las siete de la mañana pero con el horario nepalí, ninguno confiamos en que sea cierto, aun así por las dudas nos acostamos pronto y a las cuatro de la mañana tocan con prisa la puerta de la habitación donde dormimos, Alba, María y yo. Es Ganesh gritando nerviosos que el jeep está en la puerta para recogernos… “¿¿¿¿¿cómo?????”, pues sí el conductor le ha llamado y le ha dicho que pasaba ya a por nosotros, y efectivamente ahí estaba…
Nos levantamos maldiciendo, con legañas y sin tiempo para desayunar, sin saber muy bien que pasa, pero pensando en que en el fondo cuanto antes salgamos antes llegamos así que  cargamos los bultos a los coches.

Usamos dos jeeps, porque en total somos once y los jeeps son de diez personas, así q tenemos que completarlos, por eso lo de salir tan temprano y por eso a los quince minutos de viaje paramos en “Milanchoc” que es digamos la parte baja de Okhaldhunga de dónde salen todos los transportes, y allí desayunamos y esperamos pacientemente hasta completar los jeeps. Así con un chia y una somosa de desayuno, vamos recogiendo gente que quiera ir a Katmandú y por supeusto se nos hacen las siete de la mañana.

 Por fin, podemos partir…

El jeep con diez pasajeros no es cómodo y saltamos en cada bache todo al unísono, tenemos unas cuatro horas de viaje hasta llegar al puente, ese que debemos cruzar a pie. Para después montarnos en otro jeep.

Ésta parte del camino no la conozco, en el viaje de ida a Taluwa era muy de madrugada y sólo recuerdo cabezadas y acantilados que no quería mirar.
Ésta región hace honor a su nombre, Okhaldungha significa nuez de piedra, y piedra hay por todos lados como en Taluwa. Subimos y bajamos dos montañas y lo único que vemos son zonas rocosas áridas y piedras por todos lados, hay poblados, ( más bien casas mal agrupadas a lo largo del camino) todo es bastante parecido del lugar de dónde venimos.
Hoy no me sorprenden ni los botes que damos ni los acantilados me parecen tan peligrosos…me he acostumbrado y mi percepción del peligro y de lo que es “inhumano” ha cambiado.

Llegamos al puente, y lo cruzamos, éste sí me parece tan largo cómo la primera vez y no paro de pensar en la señora que me porteó los bultos, la busco entre la gente, pero no la veo, ésta vez no necesitamos porteadores, no llevo esa segunda maleta.
Tardamos como una media hora en encontrar otro par de jeeps y completarlos para seguir el camino. Y a los pocos kilómetros podemos ver como la orografía ha cambiado, cruzamos el Tarái (el valle de Katmandú) lleno de campos verdes de trigo y arroz, con el gran (duk kosi) el río que nos acompaña todo el camino y que ahora tiene menos caudal, estamos a finales de invierno, y la época de lluvias queda muy lejos.

Por ésta zona hay menos montañas y supongo que por esto las casas se amontonan más ordenadas, dibujando lo que nosotros consideramos pueblos. Por el camino medio enserio medio en broma comentamos que éstos podían ser los pueblos en dónde nos hubiera gustado trabajar, mucho más bucólicos, más cómodos, y definitivamente más bonitos.
Por la noche llegamos sin energía por fin a Katmandú, al hotel “Premium” el mismo de la otra vez, pero no hay habitaciones para todos así que  Alba, María, Ganesh, Iñaki, Pablo y yo nos vamos a otro hotel.

Lo primero que hago es sentarme en el wáter…joder como lo echaba de menos, y yo que decía que no tenía problemas en usar el baño turco en cuclillas…pero dónde va a parar. Estoy tan emocionada que le hecho una foto y le escribo una Oda que publico en Facebook.
“Me hallo cual princesa en un trono, mi esfínter está relajado,
Qué placer más mundano, cagar en un buen wáter sentado!”
Sé que no es para sentirse orgullosa de mis rimas, pero de verdad…que placer…

Por la mañana, bien temprano, nos duchamos “ohhhh!!! Agua caliente, solo con abrir un grifo!! Y con presión! Como te echaba de menos!”
De camino a “Premium” para el desayuno pasamos por una pastelería y paramos “ohhhhhh, un buen café de cafetera, con su olor y su espumita en la leche….ohhhhh, pasteles de chocolate! Donuts! Croissant!!!”
Convencemos a Ganesh y desayunamos previo al desayuno gratis en el hotel, no nos importa.

Y ahora sí tengo que hacer un alto importante en la historia y hablar de lo que para mí supuso ese desayuno tan común europeo. Me pedí un café con leche, con doble de azúcar y un croissant de chocolate, y de verdad os lo juro que sin saber porque mis ojos se encharcaron de placer, y lloré. No como una magdalena acongojada, claro que no. Pero sí extasiada porque no cabía en mi más felicidad, añoranza, disfrute… y no pude evitar pedir un cigarro y fumar (Lo siento mamá, Esteban y Begoña) pero no os podéis imaginar lo necesario que era completar ese cuadro, disfrutarlo sin problemas, al cien por cien (puede pareceros una estupidez, y sé que lo es. Pero no sabía lo que echaba de menos los placeres banales de España hasta ese café, ese croissant, ese chocolate y ese cigarro)
Me gustaría decir que todo esto no tenía precio y no lo tubo por las endorfinas que generó mi cuerpo y lo feliz que me sentí…pero si  monetariamente y nos costó la tontería más que una comida completa en Okhaldhunga, el doble de una noche de hotel… pero lo pagué feliz, con la certeza de que los próximos día buscaría un sitio más barato para repetir la hazaña.


No hay comentarios:

Publicar un comentario