viernes, 14 de febrero de 2014

EL PARTO DE SUSILA


El día anterior nos habían dicho que una vecina había roto aguas pero no daba a luz, habían venido a buscarnos para ver si podíamos ayudar con nuestras medicinas del primer mundo, pero no pudimos hacer otra cosa que aconsejarle que fuera al centro médico.“A media hora andando hay uno”, y allí fue la muchacha, andando, ya de parto con unos dolores tremendos y de allí regresó en la misma situación horas después, el médico la había “examinado” y le había dicho que volviera a casa, y que esperara que todo iba bien.

A la mañana siguiente mientras comíamos llegó un vecino anunciando la buena noticia. Susila había cogido un jeep y se había ido a Okhaldhunga al hospital, y en mitad del camino había dado a luz, en el jeep. Y ya la traían de vuelta, no había hecho falta llegar al hospital, ni hacía falta ir para chequear que todo estaba bien… simplemente había parido y volvía a casa.

Mientras esperábamos al jeep con el recién nacido Sarita nos contó cómo había traído a sus hijos al mundo Sola, en casa, Kedar había salido a trabajar (las tres veces) y las tres veces fue doloroso, aunque muy rápido. Las tres veces lloró, parió y limpió su sangre a continuación… Las dos primeras fueron niñas, y Kedar también lloró. El último parto trajo Anil (el chico) y Kedar por fin fue feliz.

Un griterío de niños viene del camino, anunciando que el jeep se acerca y salimos a recibirlo.
Lo primero que veo es que de la parte de atrás del jeep, antes de que éste termine de parar sale el abuelo del recién nacido borracho al que han recogido por el camino, casi se mata intentando bajar.

De la parte de adelante salen un par de mujeres mayores, una porta un lio de mantas en las que se esconde el bebe, bien abrigadito, dormidito y dulce. Limpio, con su carita chiquitita y tranquilito. Del otro lado sale la madre, una niña de unos veinte años (este es su segundo hijo, y éste es por fin un niño) Todo el mundo está contento. Ella aguanta de pie como puede, se la ve cansada, agotada e intenta sonreír mientras los vecinos la felicitan, y curiosean a su bebe. El borracho se abalanza continuamente sobre el niño para ofrecerle sus bendiciones, y a mi me está poniendo muy nerviosa.

Susila intenta apoyarse en la carrocería del jeep porque ya no aguanta mucho más de pie. Lleva un jersey rosa, me llama la atención porque es realmente infantil, con unos corazones bordados. Le han improvisado una falda con un ato que sólo deja ver un palmo de sus tobillos, por los que de repente aparece una gota de sangre, roja…brillante y limpia. Y detrás de esa gota vienen otras, pero la muchacha no se queja. Aguanta el rato.


Hay unas mujeres sacando trapos y mantas del jeep, cubiertas de sangre. Mi madre ha traído una jarra, agua y lo están limpiando todo. Hacen un ato y se van para casa. Susila anda como puede, con las piernas encorvadas y lento por el sendero en cuesta que lleva a su casa, dejando un rastro de sangre que descubriré días después. 

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