lunes, 23 de diciembre de 2013

WARD 6 (Bimire)



Aquí definen Taluwa como un pueblo, pero para mí es un área bastante grande que va desde lo más bajo del valle, allá en el rio hasta lo alto de las montañas incluyendo las dos caras de las mismas. Supongo que para ubicarse han dividido la zona en nueve áreas que llaman wars (guardas), y el centro es la guarda 6, donde nos alojamos, que a su vez tiene nombre propio (Bimire...no sé exactamente como se escribe). Está será la casa donde van a vivir Carlo, un chico italiano y con un muy buen dominio de ingles, e Iñaki compañero murciano, y un tio con el que llevarse muy bien. Ellos se encargar'an del proyecto de juventud y van a enseñar ingles e informática a los jóvenes de la zona. (Son los que mas suerte van a tener, porque la oficina les queda al lado y tienen que andar poco...pero dicen que se aburren)

En realidad es un sitio precioso, orientado al sur, desde la casa se ve amanecer y anochecer, el rio y un amplio valle, es como un balcón franqueado por montañas.
La familia que nos aloja es realmente amable y muy curiosa, hay muchos niños que revolotean por todas partes, que entran y salen de las habitaciones sin pudor ninguno, ansiosos por ver tu móvil, tu cámara de fotos y el portátil. Hay adultos amables y atentos que trabajan a todas horas, y ancianos fuertes, de edad inclasificable que nos hacen de comer.

Me gusta y estoy feliz, es tal cual me lo había imaginado.

A unos diez minutos cuesta abajo está la escuela, el “centro médico” en el que lo único que pueden hacer es tomarte la tensión y el peso. Y unas oficinas de VIN que se usan para todo. Hay un grandioso árbol que da la bienvenida al recinto, magníficas vistas a los campos de arroz, las terrazas de cultivo y el valle.

Los días van pasando entre plannings, y visitas a la comunidad. Yo que tengo que cambiarme de casa en unos días y ya no quiero, me gusta esta casa, su ubicación y la familia. Me siento bien, pudiendo tener la compañía del resto de bidesis (así nos llaman a los extranjeros).

De la comida no hay mucho que decir, hay que acostumbrarse a ella y lo mejor es empezar cuanto antes, solemos despertar hacia las siete de la mañana, porque en la casa todo el mundo se pone en marcha, encienden la radio y los niños gritan…
Para esa hora ya se está sirviendo el té (chia lo llaman) que en esta casa es salado, como en el tibet nos explican. Es un té difícil de tomar pero con los días uno se va acostumbrando.

Hasta las nueve y media no se sirve el desayuno, y tampoco sabemos muy bien que hacer…leemos, intentamos hablar con ellos, algunos intentan ducharse…tomamos el sol, escuchamos música…
Y a la llamada de “khanaa khane” (comida comer) entramos a la cocina, nos descalzamos por supuesto antes de entrar y nos sentamos en una especie de jarapa de paja. No hay mesa, y menos sillas. La estancia que hace las veces de cocina y comedor es muy escueta, hay un agujero en el suelo donde se cocina, todo es de color tierra y una estantería sucia y llena de cacharros destartalados en un lado de la pared, en otro lateral unas escaleras imposibles por su estrechez e inclinación que suben a las habitaciones.


La comida siempre es la misma, la misma por la mañana, la misma que por la noche “dhal-baat” (un gran plato de arroz blanco, un cuenco con sopa de lentejas, y “tharkari” verduras, que suelen ser o espinacas, o un revuelto de algún vegetal todavía por determinar, con un trozo pequeño de patata)

Lo primero que piensas la primera vez que te sirven eso por la mañana es que te va a ser imposible acostumbrarte…” ¿en serio, no podría ser un café y ésto para comer?” Pero como ya he dicho antes y como me tocara decir muchas veces más… Con el paso de los días te vas acostumbrando y al final tu cuerpo te lo pide…”ummm, ¿dónde está mi dhalbaat?” me pregunta ahora todos las mañanas mi estómago.

domingo, 22 de diciembre de 2013

OKHALDHUNGA, NISANKE, Y FINALMENTE TALUWA.



A medio día por fin llegamos a Okhaldhunga, éste es el pueblo “grande”, en el que podemos pasar los fines de semana para distraernos, el que tiene tiendas, hoteles, bares…en fin, nuestro lugar de escapada.
El autobús para en un cruce de caminos, y la primera impresión realmente no es muy esperanzadora...cuatro casas destartaladas, caras poco amigables a nuestro alrededor, ruido y suciedad… a nuestra espalda hay un edificio de tres plantas donde hay un cartel que anuncia que es un hotel, no sé porque yo me había imaginado un hotel con vistas...aunque fuera al campo, algo pintoresco y bonito, y bueno pintoresco es…

El  “jefe” el que lleva la ong el señor Bhupendra, un tipo alegre aunque inquietante, que continuamente se arranca a bailar con los dedos índices apuntando al cielo, haciendo un movimiento a lo Leonardo Dantes con los brazos, y repitiendo una y otra vez la misma canción, nos enseña la pequeña “ciudad”.

Estamos en lo alto de una montaña y aparentemente no hay más casas que las que alcanzamos a ver, una calle sube unos ocho cientos metros, entre barro y desperdicios y algunas tiendas inclasificables a ambos lados. Otra calle baja, pero tampoco parece muy larga. (en los siguientes viajes por nuestra cuenta a 'este pueblo descubriremos que es bastante mas grande, y que hay vida mas allá de la plaza)
Para finalizar la visita, nos indica que allá a lo lejos entre otras colinas está Taluwa, nuestro destino final…pero yo no veo ninguna zona urbana.

Hacemos una incursión al baño del hotel, recogemos a una fugaz colaboradora de VIN, natural de éste pueblo, que sabe inglés, que va apoyar el  proyecto de sanidad...(y que no durará con nosotros ni dos semanas, pues no aguanta la “vida en el campo”) Y seguimos adelante.

Yo sentada en el bus, ya no me creo que falte una hora hasta Taluwa pero por una vez los datos son casi ciertos y en una hora tras bajar y subir, botar en el bus y tragar polvo llegamos a Nisanke (Taluwa) casi nuestro destino final.

El autobús entra en lo que voy a bautizar como “la plaza del pueblo”, que ni hay plaza ni pueblo… vuelve a ser otro cruce de caminos, y otras cuatro casas, todas de planta baja, coronado todo con un par de inmensos árboles alrededor de una balsa vacía.


Pero hay mucha gente esperando, somos la novedad y se nota, se siente la buena energía de la gente y mi humor empieza a cambiar.

Bajamos del bus y con una cadena humana desordenada empezamos a bajar bultos, hay un señor mayor nepalí que no se si va borracho o es el loco del pueblo, pero que con una amplia sonrisa y sin zapatos se abalanza sobre nosotros para ayudarnos a descargarlo todo.

El autobús parte, ya sin nosotros…y yo empiezo a inquietarme, “¿y ahora? ¿A dónde vamos?...”
Entramos a lo que parece una casa de comidas, las paredes están forradas de plásticos a cuadros azules y blancos, y nos sirven unos chowmins. La gente a nuestro alrededor se para y nos observa desde cerca, casi todos nos sonríen. Yo siento la necesidad de hablar con ellos, pero me es imposible decir más que un namasté, así que sonrío y sonrío y saludo, y ellos se rién…supongo que eso es empezar con buen pie.

La sorpresa llega cuando después de comer andamos un poco para conocer el lugar, camino hacia arriba a la izquierda de la montaña se levanta la cordillera del Everest, picos nevados imponentes y unas vistas preciosas, la verdad es muy bonito este sitio, se nota una energía distinta…Por fin el ambiente está más calmado, nos hacemos unas fotos haciendo el tonto… estamos cansados pero contentos, ya vemos el final del viaje y enserio, ¡me gusta este sitio!


Tras el parón de la comida y el relax, nos dicen que hemos de ir a la casa donde nos vamos a alojar todos juntos la primera semana, para ir adaptándonos y  poner en marcha los proyectos.
Mochila al hombro otra vez y un porteador con la maleta de ruedas me queda otra hora de camino hasta llegar a la casa (yo me obligo a tomármelo con filosofía y hecho andar, pero se oyen voces de mis compañeros disgustados “este viaje ¿no se va a acabar nunca?”.  Un jeep nos adelanta, cargado con los bultos de las donaciones de la ong, y de algunos sponsor que nos acompañan, a mí me empieza a salir humo de la cabeza…
La buena noticia es que todo el camino es cuesta abajo, así que aunque largo es llevadero. Y bonito. Bosques de pinos, casitas de adobe con techo de paja aisladas…animales por todos lados, búfalos, cabras, pollos… y el rio, un gran rio en el fondo del valle, la verdad es que esto empieza a parecerse a lo que me imaginaba. La temperatura es buena, hace calor y el paseo después de todo es agradable.
Respiro hondo y me siento feliz, “ya está ya he llegado, disfruta de esto” me digo y sonrio.


Después de mucho bajar en mitad de la carretera de tierra nos encontramos todos los bultos esparcidos y a nuestro coordinador esperando. Se llama Ganesh es un chico nepalí de unos veinticinco años, sabe inglés, ha venido con nosotros desde Katmandú y es un tipo de ciudad, para él esto es tan nuevo como para nosotros y está tan cansado y desorientado como el resto. Le llamamos “Ganeshin”, porque es pequeño y los primeros días parecía que no se enteraba de nada. Hasta ese momento no me había dado cuenta, pero en verdad es más europeo que nepalí, ha crecido en Katmandú y nunca ha viajado fuera.


Nos organizamos otra vez para bajar los bultos a la casa, un caminillo estrecho de cabras y bastante pendiente, y otra vez…algunos se escaquean.

En la casa, nos esperan dos familias, en realidad son dos casas juntas y nos alojamos como podemos. Yo comparto cuarto con Els, una chica de Amsterdam, grandota, rubia y con cara de nórdica, algo “raruna” y que habla un inglés tan fluido y perfecto que nunca entiendo.

sábado, 30 de noviembre de 2013

DE CAMINO A OKHALDUNGA





Llegó el momento de ponernos serios  y partir, dos días de camino por delante para recorrer doscientos cincuenta kilómetros,  en jeep, sólo esta vez, las siguientes que haremos por nuestra cuenta serán en autobús de línea.  Sí, ese que nos cruzamos cada veinte kilómetros en dirección opuesta, atestado de gente, destartalado, con más pasajeros hacinados en el techo que dentro, sin ningún tipo de amarre por supuesto…
Carreteras de tierra imposibles de mantener por el monzón, muchísimo barro, surcos, piedras, agua, polvo, desfiladeros, árboles caídos, cuestas, precipicios, barro… más polvo.
 Gracias a una buena tracción del coche, a la pericia del conductor y por supuesto a no pasar de veinte kilómetros por hora vamos haciendo kilómetros. Nada más salir de la ciudad el aire cambia, también el entorno, parece que estamos haciendo un viaje en el tiempo, cada vez más rural, casas de adobe, techos de paja, senderos de cabras…muchos campos de arroz en las partes bajas, casas destartaladas, menos basura, pero menos accesos, menos suministros… En las partes altas de las montañas muchas piedras y poca vegetación, no sabe uno de que se alimenta ésta gente.

Casi todo el viaje lo hacemos siguiendo el curso de un gran rio, que no es tanto por el agua que lleva ahora sino por la cuenca que tiene y  que supongo en época de monzón debe de ser impresionante, se abre paso entre las montañas  y los cantos rodados, fluye con mucha violencia, pero el agua se ve clara y fría… baja desde lo mas alto de las montañas…allá en el Himalaya…

Al final del primer día, llegamos a un puente colgante, metálico de casi un kilómetro, antes de que pare el jeep un montón de personas se agolpan a nuestro alrededor y casi nos sacan a la fuerza, desesperados discuten por conseguir una plaza, yo no entiendo bien que pasa, parece que están huyendo de algo y éste coche es su única salida (después entenderé que está anocheciendo y esa gente llevaba todo el dia esperando para un jeep y por supuesto cuando la noche llegue ya no se puede conducir por esas carreteras, ni hay donde quedarse a dormir si no encuentras vehículo)
Conseguimos bajar todas nuestras pertenencias, llenas de polvo del techo del vehículo, gran error el mio dejar la almuhada y la chaqueta al aire…pero no importa, tampoco  hay donde dejar las males ahora y el suelo está aun mas sucio, asi que  lo que no se ha manchado antes se mancha ahora.
 Todo está lleno de desperdicios de la gente que espera transporte, basura, restos de comida, envoltarios, excrementos de anilaes, barro…mejor no pensarlo, ya está…”déjalo ahí y no mires…”
La deseperación se hace conmigo cuando nos dicen que debemos de cruzar al otro lado a pie ¿con mis maletas a cuestas? Imposible, “no te preocupes hay porteadores”
Me da vergüenza, yo me hecho mi mochila a la espalda, pero  aún llevo otra que pesa mas de ruedas (que magnífica idea), además de la mochila con la cámara, el trípode, el portatil, baterías, focos y demás). Todos a nuesto alrededor empiezan otra vez a discutir, a empujarse, y ha empujarnos, pelean por quién hace los portes,  sin darme cuenta la mitad de mis mochilas han desaparecido, y  veo a una mujer que ha atado una cuerda a mi maleta de ruedas y la lleva a la espalda, colgada de la frente…no me lo puedo creer  y la sigo para cruzar el puente.
 Por supuesto no hay escaleras, bajamos la colina de piedra  en piedra…para mi es imposible y  casi pierdo los papeles  y me pongo a llorar como una niña pequeña “¡yo no puedo pasar  por ahí!..” ella, descalza salta como las cabras y no puedo seguirle el ritmo…los niños que me rodean porteando bultos de mis compañeros, se rien de mi…me desepero, pero me concentro, y sigo adelante, por fin llegamos al puente…
El puento no es mas ancho que yo y mide casi un kilómetro por encima del ancho rio a no se cuantísimos metros, se tambalea por el trasiego de gente  a mi no me da especialmente miedo, pero alguna compañera se pone muy nerviosa, tiene vértigo y ya empezamos a estar al límite….
Yo no puedo apartar mis ojos de la mujer que portea mi maleta… ¿Por cuánto dinero estaría yo dispuesta hacer eso?...en serio, no hay dinero suficiente… mas tarde aprendería que cien míseras rupias (unos setenta céntimos de euro) le valían para una amplia sonrisa.
Por fin llegamos al otro lado y cargamos el autobús  que nos esperaba, me llama la atención que los nepalíes que nos acompañan de la organización no mueven ni un dedo. Allí estamos todos los occidentales (menos algún despistado) arrimando el hombro  y ellos como señoritos mirando,  sentados a la sombra y esperando…¿Qué pasa? ¿tiene que ver que como son de las castas altas y no pueden hacer esfuerzos…o es que quieren acabar con mi paciencia?
Por fin estamos listos para partir, otra vez. No hay forma de acceder a los asientos del bus, todo el pasillo está lleno de maletas amontonadas, desordenadas..nadie sabe donde está lo suyo, y  yo lo único que conservo es mi mochila con la cámara que no pierdo nunca de vista. Ya es de noche, nos habían advertido de que “Nunca, nunca viajaramos de noche” pero aquí parece que van hacer una excepción…
Tras una hora llegamos al “hotelito” una casa por ponerle un nombre, en la que no se ve absolutamente nada. La planta baja que no es mas que una sala, está llena de mantas en donde duermen los dueños, hay una “cocina” que es una agujero en el suelo en donde la poco amable señora nos calienta unos “chowchow”, que es la versión nepalí de comida rápida (pasta deshidratada en bolsa, ya con su sobre de especies) a la que añaden agua hirviendo y ¡listo!, es la primera y única comida después de un día duro y largo, comemos  casi sin hablar, cansados, agobiados  y porque no reconocerlo, algo arrepentidos de toda esta aventura…
Yo no paro de repetir en mi cabeza “¡dónde coño te has metido?”
No hay mucho que hacer, y no se ve nada mas allá del mugriento porche, no hay charlas ni nada que decir, mañana saldremos a las cuatro de la madrugada y ya son mas de las ocho así que nos vamos a dormir pronto.
Nos conducen a la planta de arriba, una sóla estancia con camastros de madera (sin colchón) separados por listones de bambú a modo de paredes…no hay camas para todos así que unos duermen en el suelo (se levantarán al dia siguiente comidos por las chinches, pulgas o lo que fuere) otros tenemos la suerte de compartir cama, yo lo hago con Maria (la gallega), ella no ha venido con el servicio de voluntariado, ella lleva ya seis meses fuera de casa, primero en India y ahora dos aquí, paga su voluntariado a razón de ciencuenta euros al mes. Vino para trabajar en un proyecto de mujeres en un pueblo cercano a Katmandú, ya lo terminó y ahora había decidio visitar el pais, pero se cruzó con nosotros en el hotel y mitad por que le caimos bien mitad porque quería vivir la experiencia de empezar un proyecto desde cero, se ha subido al carro y nos acompañará las primeras dos semanas de proyecto.  Es una tia muy maja, y la verdad no viene nada mal la compañía…el calor humano.
Por la mañana los depertadores suenan demasiado temprano, partimos de noche y sin desayunar…ya lo haremos en camino…
Nos subimos al bus y el día pasa entre cabezadas, golpes por los movimientos de autobus y el “mejor no mires por la ventana”… un gran precipicio, una gran agujero en la carretera, autobuses descarrilados en el fondo del  valle… “en serio, mejor no mires”...

KATMANDÚ


KATMANDÚ

Después de un par de aviones, aterrizamos en una de las ciudades más contaminadas del mundo, y no lo digo sólo porque lo ponga en los libros, se  nota, nada más salir del aeropuerto los ojos te lloran, es agobiante, necesitas una mascarilla para andar por la ciudad, tan caótica…tan extraña. Delante de tí un cúmulo de motos hacen rally entre los pocos coches que hay, la gente cargada como mulas  pasean entre los vehículos buscando un espacio por el que cruzar, y así con todo ese lio cada uno espera su turno y cruzan, se desvían y circulan con un orden que ningún europeo podría entender…pero que asombrosamente funciona.
Un consejo, si necesitas cruzar, no esperes al semáforo…no lo hay, no busques un paso de peatones…no lo hay. Pégate a un nepalí como si fuera tu lázaro amigo, sonríele, dedícale un namasté cordial  y sin mirar al trafico anda cuando el ande, párate cuando él se pare, no levantes la vista de sus pies y antes de lo que crees estarás al otro lado de la calle…



El Katmandú que los turistas conocemos es el paraíso de los hippies de revista, no de aquellos de los pelos largos luchando por la paz en un estado psicotrópico (aunque en los sesenta fue así gracias muchas bandas que buscaban el camino hacia lo espiritual y por supuesto de las drogas). Hoy de todo ello que da un barrio del que te recomiendan mejor no salir Thamel,lleno de tiendas de ropa hippie de la que podrías encontrar en cualquier tienda étnica de España a mitad de precio, y por supuesto, un montón de bares como mucho ambiente cultural, música en directo, decorados por un diseñador de Ikea, (enserio pienso que muchas lámparas de las que venden las han copiado de aquí), carne de vacuno (que en el resto del país es imposible) y mucho alcohol…eso si hasta las diez…más allá de esa hora la ciudad se vacía, se apagan las pocas luces y puedes ver una ciudad mas real, los perros y los intocables (la casta mas baja) se pelean por rebuscar en la basura que se acumula en cualquier rincón… Algún borracho deambulando por las calles…y silencio, mucho silencio y penumbra…y suciedad.

Las primeras dos semanas estuvimos “formándonos” en la oficina de la ong VIN (volunteers iniciative Nepal) tanto de las costumbres nepalíes como del idioma, hábitos de higiene, y preparando proyectos. En principio podría parecer estructurado, pero por supuesto no lo fue, aquí tienen una moral por la que no pueden decirte que no, así que simplemente te engañan…te complacen en primera instancia aunque luego sea imposible… que se yo…cosas de la cultura…
Lo primero es el asombro al enterarme que aqui no están en el año 2013, sino en el 2070, aunque cuando miras a tu alrededor parece  que mas que un viaje al futuro lo has hecho al pasado…
Lo más destacable del idioma, es que su alfabeto es en sánscrito y no hay manera de aclararse, gracias  a los dioses , que para los hinduístas son miles existe una traducción en románico que podemos usar para estudiar…pero es tan distinto… tienen nombres distintos para cada miembro de la familia, no les vale con hermano mayor o menor, con tía, sea hermana de tu madre o la mujer de tu tío…cada miembro una palabra distinta… 

Con los números pasa igual no son los nuestros, aquí el uno tiene forma de nueve y así con todos, ah! y por supuesto tienen nombres distintos que no se repiten hasta el cien…no hay manera de aprenderlos… yo sólo he llegado al trece: ek, dui, tin, chaar, phaa, chaa, saat, aat, nau, das, egharaa, baaraa, tera…
Las mayúsculas  no las usan al principio de frase ni para los nombres propios, son para indicar que la letra tiene una pronunciación distinta, la “T” o “D” pasan a pronunciarse con la lengua en el paladar, no apoyada en los dientes, y “:” en mitad de una palabra indica pronunciación nasal,…
El verbo, siempre al final de la frase. Así que mejor  te olvidas de toda la gramática que sabes. Como curiosidad hay palabras tan graciosas como tapaai:ko (tuyo formal),kaka (tío hermano de padre mayor que él) u orko (siguiente)…
Para consolarnos nuestra profesora de  nepalí, Urmila (Uru para los amigos) nos repite una y otra vez que el idioma nepalí es de los más fáciles de mundo…habrá que creerla…
Por otro lado, en cuanto a las cuestiones culturales, nos dicen que las mujeres tenemos que tener cuidado en andar solas, porque los nepalíes tienen la creencia de que las europeas somos muy… ¿frescas? debido a las películas pornográficas que les llegan de occidente, así que mejor cuidarse, mejor andar con pantalones anchos, mejor con camisetas largas, por supuesto nada de tirantes, y menos falda corta…el tiempo nos ha enseñado que eso no es tan estricto en la ciudad, y bueno en los pueblos nos permiten ciertas licencias pues entienden que nuestra cultura es distinta… Si ellos son pintorescos para nosotros, nosotros somos un chiste para ellos, siempre mirándonos…siempre asombrados…siempre  riendo…
Además algo que nos suele molestar bastante es que no tienen concepto de la privacidad ni del  espacio físico, se abalanzan sobre ti para mirar en tu móvil, se te pegan a la cara y te observan hasta ponerte nervioso…siempre con una sonrisa…que a veces parece amable, pero al rato se convierte en insoportable  “¡dejarme respirar leñe!”
 Otra cosa que llama mucho la atención, esque no puedes tocar nada con los pies, porque se vuelve impuro (yutho) y si por accidente lo haces has de tocarlo con la cabeza tres veces para revertir el pecado y pedir disculpas.
Los  hombres y las mujeres no pueden tocarse en público…porque es yutho. Pero sin embargo los hombres pasean de la mano agarrados por la calle sin que signifique homosexualidad  y nadie se escandaliza…excepto claro, nuestras mentes europeas, que ven un país de gays en potencia ;)
Es  yutho, compartir  tu plato de comida con alguien, a los europeos nos lo permiten, pero con cara de asquete,  por supuesto,  tampoco se puede compartir  vaso,  y todo lo que toquen tus labios está contaminado, porque es yutho…
Yutho es también una mujer cuando tiene la menstruación, así que no debe tocar la comida ni entrar a la cocina…
Yutho es fumar, beber, y  tener novio…así que todo eso se hace a escondidas y nadie habla de ello… ¡perfecto!
Y  por último, no existe el papel higiénico, sí en Katmandú, pero no en Taluwa, así que con las últimas compras, chocolates, medicinas, y galletas un arsenal de royos, pues no tengo muy claro si voy a poder acostumbrarme al "nepalí estile", que viene a ser un chorrito de agua con la mano izquierda (no se te ocurra usarla para otra cosa, que es yutho) y andando…
Antes de partir tenemos  la suerte de coincidir con la celebración de la fiesta de las luces, y yo personalmente tengo la desgracia de pillar una gripe de narices y perderme la gran noche, metidita en la camita del hotel  sudando y pasando la fiebre…(me perdí eso y la noche que dedicábamos a la carne como buenos europeos, nos daba miedo no volver a ver un filetaco bueno y mis compis se fueron al restaurante más occidental, caro y limpio que encontraron...)
 Al día siguiente, mi constipado se fue diluyendo y pude ir con los demas a la fiesta  de la tika.
Os pongo un video, para que veáis un poco la ciudad y la fiesta. 


EMPEZANDO EL VIAJE






Este blog empieza con algo de retraso, ya hace un mes que empezó esta aventura, pero hasta ahora no había tenido tiempo o ganas de empezar a contar la historia de éste viaje.  Me lo plantee desde el principio, por supuesto, pero aunque parezca una contradicción los días que aquí pasan pausados se escapan de las manos y se acumulan en los bolsillos sin apenas darte cuenta.
Todo empezó en agosto de éste año, agosto…ese mes caluroso en Murcia y tan lejano… apareció una oferta en el servicio de voluntariado europeo, del que andaba pendiente ya hacía más de un año, y por fin encontré lo que buscaba, un voluntariado a gastos pagados,( de otra forma me hubiera sido imposible) en Nepal, para grabar una serie de documentales sobre el trabajo de la ONG y la realidad de las personas de un pueblito  remoto llamado  Taluwa, frente al Everest…era de cuento, así que decidí hacer caso a mis ganas de conocer mundo y olvidarme de las cosas que me ataban en casa…al principio fue fácil, la ilusión lo emborrona todo. Luego vendrían los arrepentimientos, pero ya no había nada que pudiera hacer….
Así que, un par de meses después, estaba despidiéndome de mi novio, al que amo, y con el que desearía  formara parte de ésta historia, y de mi madre, la que me admira por tanta valentía y que ve en mí su sueño frustrado cumplido. Y junto con otros cuatro españoles y cuatro italianos emepezamos este viaje.