Llegó el momento de ponernos serios y partir, dos días de camino por delante para
recorrer doscientos cincuenta kilómetros, en jeep, sólo esta vez, las siguientes que
haremos por nuestra cuenta serán en autobús de línea. Sí, ese que nos cruzamos cada veinte
kilómetros en dirección opuesta, atestado de gente, destartalado, con más
pasajeros hacinados en el techo que dentro, sin ningún tipo de amarre por
supuesto…
Carreteras de tierra imposibles de mantener
por el monzón, muchísimo barro, surcos, piedras, agua, polvo, desfiladeros,
árboles caídos, cuestas, precipicios, barro… más polvo.
Gracias
a una buena tracción del coche, a la pericia del conductor y por supuesto a no
pasar de veinte kilómetros por hora vamos haciendo kilómetros. Nada más salir
de la ciudad el aire cambia, también el entorno, parece que estamos haciendo un
viaje en el tiempo, cada vez más rural, casas de adobe, techos de paja,
senderos de cabras…muchos campos de arroz en las partes bajas, casas
destartaladas, menos basura, pero menos accesos, menos
suministros… En las partes altas de las montañas muchas piedras y poca
vegetación, no sabe uno de que se alimenta ésta gente.
Casi todo el viaje lo hacemos siguiendo el
curso de un gran rio, que no es tanto por el agua que lleva ahora sino por la
cuenca que tiene y que supongo en época
de monzón debe de ser impresionante, se abre paso entre las montañas y los cantos rodados, fluye con mucha violencia,
pero el agua se ve clara y fría… baja desde lo mas alto de las montañas…allá en
el Himalaya…
Al final del primer día, llegamos a un puente
colgante, metálico de casi un kilómetro, antes de que pare el jeep un montón de
personas se agolpan a nuestro alrededor y casi nos sacan a la fuerza,
desesperados discuten por conseguir una plaza, yo no entiendo bien que pasa,
parece que están huyendo de algo y éste coche es su única salida (después
entenderé que está anocheciendo y esa gente llevaba todo el dia esperando para
un jeep y por supuesto cuando la noche llegue ya no se puede conducir por esas
carreteras, ni hay donde quedarse a dormir si no encuentras vehículo)
Conseguimos bajar todas nuestras pertenencias,
llenas de polvo del techo del vehículo, gran error el mio dejar la almuhada y
la chaqueta al aire…pero no importa, tampoco hay donde dejar las males ahora y el suelo
está aun mas sucio, asi que lo que no se
ha manchado antes se mancha ahora.
Todo
está lleno de desperdicios de la gente que espera transporte, basura, restos de
comida, envoltarios, excrementos de anilaes, barro…mejor no pensarlo, ya está…”déjalo
ahí y no mires…”
La deseperación se hace conmigo cuando nos
dicen que debemos de cruzar al otro lado a pie ¿con mis maletas a cuestas?
Imposible, “no te preocupes hay porteadores”
Me da vergüenza, yo me hecho mi mochila a la
espalda, pero aún llevo otra que pesa
mas de ruedas (que magnífica idea), además de la mochila con la cámara, el
trípode, el portatil, baterías, focos y demás). Todos a nuesto alrededor
empiezan otra vez a discutir, a empujarse, y ha empujarnos, pelean por quién
hace los portes, sin darme cuenta la
mitad de mis mochilas han desaparecido, y veo a una mujer que ha atado una cuerda a mi
maleta de ruedas y la lleva a la espalda, colgada de la frente…no me lo puedo
creer y la sigo para cruzar el puente.
Por
supuesto no hay escaleras, bajamos la colina de piedra en piedra…para mi es imposible y casi pierdo los papeles y me pongo a llorar como una niña pequeña “¡yo
no puedo pasar por ahí!..” ella,
descalza salta como las cabras y no puedo seguirle el ritmo…los niños que me
rodean porteando bultos de mis compañeros, se rien de mi…me desepero, pero me
concentro, y sigo adelante, por fin llegamos al puente…
El puento no es mas ancho que yo y mide casi
un kilómetro por encima del ancho rio a no se cuantísimos metros, se tambalea
por el trasiego de gente a mi no me da
especialmente miedo, pero alguna compañera se pone muy nerviosa, tiene vértigo
y ya empezamos a estar al límite….
Yo no puedo apartar mis ojos de la mujer que
portea mi maleta… ¿Por cuánto dinero estaría yo dispuesta hacer eso?...en
serio, no hay dinero suficiente… mas tarde aprendería que cien míseras rupias
(unos setenta céntimos de euro) le valían para una amplia sonrisa.
Por fin llegamos al otro lado y cargamos el
autobús que nos esperaba, me llama la
atención que los nepalíes que nos acompañan de la organización no mueven ni un
dedo. Allí estamos todos los occidentales (menos algún despistado) arrimando el
hombro y ellos como señoritos mirando, sentados a la sombra y esperando…¿Qué pasa?
¿tiene que ver que como son de las castas altas y no pueden hacer esfuerzos…o
es que quieren acabar con mi paciencia?
Por fin estamos listos para partir, otra vez.
No hay forma de acceder a los asientos del bus, todo el pasillo está lleno de
maletas amontonadas, desordenadas..nadie sabe donde está lo suyo, y yo lo único que conservo es mi mochila con la
cámara que no pierdo nunca de vista. Ya es de noche, nos habían advertido de
que “Nunca, nunca viajaramos de noche” pero aquí parece que van hacer una
excepción…
Tras una hora llegamos al “hotelito” una casa
por ponerle un nombre, en la que no se ve absolutamente nada. La planta baja
que no es mas que una sala, está llena de mantas en donde duermen los dueños,
hay una “cocina” que es una agujero en el suelo en donde la poco amable señora
nos calienta unos “chowchow”, que es la versión nepalí de comida rápida (pasta
deshidratada en bolsa, ya con su sobre de especies) a la que añaden agua
hirviendo y ¡listo!, es la primera y única comida después de un día duro y largo,
comemos casi sin hablar, cansados,
agobiados y porque no reconocerlo, algo
arrepentidos de toda esta aventura…
Yo no paro de repetir en mi cabeza “¡dónde
coño te has metido?”
No hay mucho que hacer, y no se ve nada mas
allá del mugriento porche, no hay charlas ni nada que decir, mañana saldremos a
las cuatro de la madrugada y ya son mas de las ocho así que nos vamos a dormir
pronto.
Nos conducen a la planta de arriba, una sóla
estancia con camastros de madera (sin colchón) separados por listones de bambú
a modo de paredes…no hay camas para todos así que unos duermen en el suelo (se
levantarán al dia siguiente comidos por las chinches, pulgas o lo que fuere) otros
tenemos la suerte de compartir cama, yo lo hago con Maria (la gallega), ella no
ha venido con el servicio de voluntariado, ella lleva ya seis meses fuera de
casa, primero en India y ahora dos aquí, paga su voluntariado a razón de
ciencuenta euros al mes. Vino para trabajar en un proyecto de mujeres en un
pueblo cercano a Katmandú, ya lo terminó y ahora había decidio visitar el pais,
pero se cruzó con nosotros en el hotel y mitad por que le caimos bien mitad
porque quería vivir la experiencia de empezar un proyecto desde cero, se ha subido
al carro y nos acompañará las primeras dos semanas de proyecto. Es una tia muy maja, y la verdad no viene nada
mal la compañía…el calor humano.
Por la mañana los depertadores suenan
demasiado temprano, partimos de noche y sin desayunar…ya lo haremos en camino…
Nos subimos al bus y el día pasa entre
cabezadas, golpes por los movimientos de autobus y el “mejor no mires por la
ventana”… un gran precipicio, una gran agujero en la carretera, autobuses
descarrilados en el fondo del valle… “en
serio, mejor no mires”...