martes, 14 de enero de 2014

FIESTA EN EL RIO








Esta noche nos cambiamos de casa a la que será el destino de Solvay  (una jovencísima alemana súper independiente, pequeña y con el pelo lleno de rastas), que va a llevar un estudio sobre el almacenamiento de aguas para poder recolectar durante el periodo del monzón toda la que cada familia necesita para el resto del año. Y Els mi compi de cuarto por éstos días, que lleva un proyecto interesantísimo sobre la calidad del agua y se va dedicar a tomar muestras del agua para hacer cultivos y evaluar la calidad. 
Vamos a pasar sólo una noche, porque por el día bajaremos al rio y después volveremos a Bimire.
El camino como todos vuelve a ser abrupto y desconcertante, unos cuantos nos amontonamos en un jeep y a viajar. Otros lo hacen a pie…
Dentro del jeep me siento como en un documental, estamos en la parte trasera, de hierros cubiertos por una lona, tal cual aparece en las malas películas sobre misioneros de un domingo por la tarde, los niños corren detrás del jeep, sonriendo y saludando.


 El polvo que levantamos casi no permite ver el paisaje, que vuelven a ser acantilados y terrazas de cultivo. Se nota en el ambiente que estamos descendiendo, hay más vegetación, mas humedad…más calor.
Después de casi una hora llegamos a la casa. Hay un montón de gente que nos espera, músicos como en una película de Kusturica ensayan y amenizan la noche. La familia nos agasaja con mazorcas hechas al fuego, y bailes…

Es realmente divertido y me encanta. El roxi (licor que destilan en casa hecho a partir de mijo) empieza a correr por todos, y la gente baila descontrolada, haciendo movimientos extraños con las manos y los brazos que nosotros intentamos imitar sin mucha suerte.
Al día siguiente con el alba, la gente ya está en marcha, preparan cuerdas trenzadas y las adornan con flores  para la fiesta, nosotros corremos a ayudar.
Parece que las guirnaldas no tienen fin preparamos una tras otra y siguen apareciendo, “hay que preparar las suficientes para poder cruzar el rio con ellas” nos explican.


Una vez listo todo lo necesario, partimos en fila siguiendo el cortejo, parece una procesión encabezadala familia, los músicosy nosotros camino del rio.
Después de más de una hora descendiendo por la montaña llegamos. Yo me encuentro feliz en el campo y me viene a la mente cuando era niña he iba de acampada con los scouts, salto por delante y detrás del peregrinaje asombrada de mi adaptación y contenta, a mis espaldas se oye a gente quejarse, pero yo me siento orgullosa y adaptada…
En el rio la ceremonia se desarrolla, plantan cuatro árboles de buda en mitad del cauce que ya está seco, la gente se sienta alrededor y comienzan a repetir mantras que no entendemos, atan los árboles entre sí con hilo de algodón, queman hiervas, hacen cuencos con hojas y los llenan de dinero, flores y otras ofrendas…



Cada poco los músicos nos sorprenden con la misma melodía a veces desafinada a veces estridente.
Nosotros nos apartamos un poco del bullicio y vamos al rio, a mojarnos los pies y a relajarnos… “¡joder que fría está el agua!”
Empezamos a tener hambre y hacemos una escapada al otro lado del rio, nos han dicho que hay un puesto de mandarinas y una tiendecita, y siguiendo el rastro de basura y envoltorios llegamos a la casa de comidas.
Yo estoy alucinada, no podría ser más auténtico, es un chamizo, sucio y oscuro, con encanto. Nos aventuramos y pedimos un plato de somosas (una especie de empanadillas en forma triangular fritas)  muy ricas. Mientras reímos recordando aquello de lo que te advierten en todas las guías “…nunca comer comida en puestos de la calle…”
 Unos adolescentes que están enfrente de mí no paran de mirarme y empiezo a sentirme incómoda…pero muy probablemente es la primera vez que ven a una chica extranjera, así que me relajo y no le doy mucha importancia. Sigo escudriñando cada rincón del local con la mirada. Hasta que me cruzo  con los ojos de una señora mayor que busca asiento. Enseguida le hago señas y la invito a mi lado. Puedo ver como tarda una décima de segundo en pasar del asombro a estar conforme, y a cambio me ofrece una mandarina. Yo sólo puedo sonreírle y darle las gracias  “dannebat”.
En seguida oímos la voz de alguien de la organización que avenido a buscarnos, tenemos que regresar y se nota que no están muy contentos con nuestra escapada.
Así que volvemos, y al llegar al puente nos encontramos con que la fiesta sigue su curso y ya están cruzando con las guirnaldas de flores. Todo el mundo está contento, y colabora…nosotros también.
Una vez extendido todo, lanzan flores al agua y van recitando mantras hasta volver al otro lado.


Parece que ya todo está acabando y  nos sirven algo de comer, una especie de calabaza cocida, y como no podía ser de otra manera nos ponen la tika, y una pulsera de hilo de algodón que todavía hoy conservo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario