Sarita es una bellísima mujer de unos cuarenta
años, (nosotras la llamamos madre, aquí todos se tratan como familiares aunque
no se conozcan) y aunque lo más correcto sería que la llamáramos hermana, (yo
voy a cumplir treinta y uno en unos meses) como los primeros días estaban sus
hijos empezamos a llamarla madre y así se ha quedado…la verdad es que nos trata
como a sus hijas…
Es una mujer bastante moderna comparada con el
resto de por aquí y digamos que es bastante independiente. Es maestra, sabe algo de inglés (casi mejor que su marido) y es muy muy
alegre.
Tengo una relación muy especial con ella, los
primeros días sólo me atrevía a mirarla y a sonreírle, ahora poco a poco
mantenemos conversaciones más o menos largas y profundas.
Le ayudo a cocinar y hacer algunas tareas, tenemos mucha complicidad y sólo con la mirada sé que está encantada con nuestra visita.
Le ayudo a cocinar y hacer algunas tareas, tenemos mucha complicidad y sólo con la mirada sé que está encantada con nuestra visita.
Hubo una tarde en la que Sarita estaba
bastante triste, fue después de que nosotras pasáramos el fin de semana en
Okhaldhunga, ella empezó a decirme que le dolía mucho la espalda y yo le di un ibuprofeno para el dolor. Sin saber porque se puso a llorar…
Me confesó que nos había echado mucho de
menos, que había estado sola, que su marido se había ido a beber y no había
aparecido en todo el fin de semana…Que estaba cansada y que él no le ayudaba en
nada, que ya no aguantaba más…y desconsolada lloraba, repetía que ella se había
casado con catorce años y desde entonces estaba cocinando y cuidado de él… que
él tenia treinta cuando la desposó y que en Nepal no existía el amor…que no se
querían…sólo se casaban...
Yo la escuché, sorprendida. Hasta ese momento
pensaba que era una pareja modelo, es verdad que nunca había visto gestos de
cariño. Pero sabía que era una cuestión cultural, repito que tenía la idea de
que era una pareja moderna, ella trabajaba fuera, tenía estudios, sus hijas
tenían edad de casarse y aún seguían estudiando…Pero con todo y con eso, apesar de su aparente
felicidad…era una mujer insatisfecha, como cualquiera que yo pudiera conocer en
España, con inquietudes…con más necesidades y deseos…¿Qué podía decirle
yo?¿cómo podía ayudarle? Intenté preguntarle si lo había hablado con Kedar, si
le había pedido ayuda…pero ella se negó.
La abracé y pensé que mejor era no decirle
nada.
Me fui a la cama desconcertada, la única
manera de que me cuadrara el hecho de que los padres casaran a los hijos sin que estos se conocieran y que
esas parejas medio funcionasen era creyendo en que aquí la gente no se plantea
ciertas cosas…pero que pueril por mi parte…
¿O es que cuanto más te liberas de la tradición y más avanzas más insatisfecho te sientes?
En los siguientes días ella me buscaba continuamente con el tema, me preguntaba sobre mi novio y cómo se hacía en España. Yo le hablé de que poco a poco las cosas habían cambiado, que mis abuelos quizás vivieron algo más parecido a su realidad pero que hoy los hombres fregaban y cuidaban de la casa más o menos como las mujeres, y que a lo mejor estaba en sus manos hablar de esto con sus hijas y su hijo para provocar ese cambio… Ella asintió.
¿O es que cuanto más te liberas de la tradición y más avanzas más insatisfecho te sientes?
En los siguientes días ella me buscaba continuamente con el tema, me preguntaba sobre mi novio y cómo se hacía en España. Yo le hablé de que poco a poco las cosas habían cambiado, que mis abuelos quizás vivieron algo más parecido a su realidad pero que hoy los hombres fregaban y cuidaban de la casa más o menos como las mujeres, y que a lo mejor estaba en sus manos hablar de esto con sus hijas y su hijo para provocar ese cambio… Ella asintió.
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