lunes, 23 de diciembre de 2013

WARD 6 (Bimire)



Aquí definen Taluwa como un pueblo, pero para mí es un área bastante grande que va desde lo más bajo del valle, allá en el rio hasta lo alto de las montañas incluyendo las dos caras de las mismas. Supongo que para ubicarse han dividido la zona en nueve áreas que llaman wars (guardas), y el centro es la guarda 6, donde nos alojamos, que a su vez tiene nombre propio (Bimire...no sé exactamente como se escribe). Está será la casa donde van a vivir Carlo, un chico italiano y con un muy buen dominio de ingles, e Iñaki compañero murciano, y un tio con el que llevarse muy bien. Ellos se encargar'an del proyecto de juventud y van a enseñar ingles e informática a los jóvenes de la zona. (Son los que mas suerte van a tener, porque la oficina les queda al lado y tienen que andar poco...pero dicen que se aburren)

En realidad es un sitio precioso, orientado al sur, desde la casa se ve amanecer y anochecer, el rio y un amplio valle, es como un balcón franqueado por montañas.
La familia que nos aloja es realmente amable y muy curiosa, hay muchos niños que revolotean por todas partes, que entran y salen de las habitaciones sin pudor ninguno, ansiosos por ver tu móvil, tu cámara de fotos y el portátil. Hay adultos amables y atentos que trabajan a todas horas, y ancianos fuertes, de edad inclasificable que nos hacen de comer.

Me gusta y estoy feliz, es tal cual me lo había imaginado.

A unos diez minutos cuesta abajo está la escuela, el “centro médico” en el que lo único que pueden hacer es tomarte la tensión y el peso. Y unas oficinas de VIN que se usan para todo. Hay un grandioso árbol que da la bienvenida al recinto, magníficas vistas a los campos de arroz, las terrazas de cultivo y el valle.

Los días van pasando entre plannings, y visitas a la comunidad. Yo que tengo que cambiarme de casa en unos días y ya no quiero, me gusta esta casa, su ubicación y la familia. Me siento bien, pudiendo tener la compañía del resto de bidesis (así nos llaman a los extranjeros).

De la comida no hay mucho que decir, hay que acostumbrarse a ella y lo mejor es empezar cuanto antes, solemos despertar hacia las siete de la mañana, porque en la casa todo el mundo se pone en marcha, encienden la radio y los niños gritan…
Para esa hora ya se está sirviendo el té (chia lo llaman) que en esta casa es salado, como en el tibet nos explican. Es un té difícil de tomar pero con los días uno se va acostumbrando.

Hasta las nueve y media no se sirve el desayuno, y tampoco sabemos muy bien que hacer…leemos, intentamos hablar con ellos, algunos intentan ducharse…tomamos el sol, escuchamos música…
Y a la llamada de “khanaa khane” (comida comer) entramos a la cocina, nos descalzamos por supuesto antes de entrar y nos sentamos en una especie de jarapa de paja. No hay mesa, y menos sillas. La estancia que hace las veces de cocina y comedor es muy escueta, hay un agujero en el suelo donde se cocina, todo es de color tierra y una estantería sucia y llena de cacharros destartalados en un lado de la pared, en otro lateral unas escaleras imposibles por su estrechez e inclinación que suben a las habitaciones.


La comida siempre es la misma, la misma por la mañana, la misma que por la noche “dhal-baat” (un gran plato de arroz blanco, un cuenco con sopa de lentejas, y “tharkari” verduras, que suelen ser o espinacas, o un revuelto de algún vegetal todavía por determinar, con un trozo pequeño de patata)

Lo primero que piensas la primera vez que te sirven eso por la mañana es que te va a ser imposible acostumbrarte…” ¿en serio, no podría ser un café y ésto para comer?” Pero como ya he dicho antes y como me tocara decir muchas veces más… Con el paso de los días te vas acostumbrando y al final tu cuerpo te lo pide…”ummm, ¿dónde está mi dhalbaat?” me pregunta ahora todos las mañanas mi estómago.

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