Volví a casa de Sarita el fin de semana siguiente como le
había prometido. Subí con lo justo y decidí no llevarme el saco de dormir por
no ir cargada con él. En cuanto llegué a la casa Sarita me recibió con una
amplia sonrisa y llamó a Kedar para que comprara carne.
Pasé el día con ella, la acompañé hacer recados y a visitar
a unas vecinas. Me repetía que todas le preguntaban por mí, y ellas me decían
que no volviera a Bimire.
Me encantó ver de nuevo a gente que pensé que no volvería a
ver y por supuesto volvimos hablar de sexo, de cómo yo vivía en casa con mi
novio sin habernos casado…
La noche la pasé sin problemas, oí al ratón y después me di cuenta que entre sueños pensé
que lo tenía en la cama. Algún compañero había tenido alguna noche la sensación de
que el ratón se había paseado cerca. Incluso yo, una vez dejé una manzana en
una bolsa y apareció la bolsa al día siguiente rota y la manzana roída por dos
dientecitos. Hay quién si lo oye pasearse por el techo no duerme del pánico… Pero yo
a estas alturas ya lo he normalizado, y la mayoría de las veces ni me
despierto. Prefiero taparme y darme media vuelta y seguir durmiendo. Y eso es
lo que hice esa noche. Lo oí cerca, demasiado cerca, pero no le di importancia.
A la mañana siguiente me dispuse hacer la cama, todavía con
legañas, con las ventanas sin abrir y en penumbra. Al apartar las sábanas vi
algo sobre la esterilla “… ¿qué es eso?
¿Una hoja?...” y claro fui a cogerla
“¿¿¿¡¡¡¡aaaaaggghhhhhh!!!!???? Está blando!!!!!!!”
Y a mi mente vinieron
todos los recuerdos de la noche, había oído al ratón….muy cerca….tanto que me
pareció que estaba en la cama… Y efectivamente, en la cama estuvo y encontró la
muerte. Lo chafé!!!!! AGGGGHHHHH!!!!
Tuve que contenerme para no chillar, estaba muerta de asco,
de vergüenza y quise salir corriendo a la ducha sin más. Pero me contuve, use
la esterilla para llevarlo a la basura y respiré profundamente.
Encontré pequeñas gotitas de sangre en la esterilla, y
también en la espalda de la camiseta del pijama.
Bajé con muy mal cuerpo a desayunar, necesitaba contárselo a
Sarita, pero teníamos invitados así que me esperé “por no avergonzarla pensé” y
en cuanto estos salieron un segundo de la cocina se lo dije.
Ella que vio mi cara de angustia sólo pudo contener la risa
y llamar a todos para contarles la historia, con una mano me acariciaba la
mejilla, como si fuese una niña pequeña que se asusta sin motivo, y con la otra
se tapaba la cara mientras reía.
A todos les pareció gracioso, y casi me felicitaron por
matarlo!!!
Le conté a mi madre en España (vía wasap) mi historia,
buscando algo de consuelo. Y a ella, que cuando era niña también tenía ratones
en casa, sólo se le ocurrió decirme que el ratón se había metido en mi cama
porque tenía frio, que si no me había mordido todo estaba bien. Y que “en fin,
el ratón se había llevado la peor parte.”
Corrí a contárselo a mi novio, al que por supuesto le hizo
muchísima gracia, y le sirvió para apodarme “mata ratones” durante un par de
días.
Así que lo que en la mañana me había dado tantísimo asco en
la noche era un chiste a “vox populi”.
No pude más que aceptar que no era para tanto…y pensar que
esta es otra lección más de este viaje…
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