sábado, 30 de noviembre de 2013

DE CAMINO A OKHALDUNGA





Llegó el momento de ponernos serios  y partir, dos días de camino por delante para recorrer doscientos cincuenta kilómetros,  en jeep, sólo esta vez, las siguientes que haremos por nuestra cuenta serán en autobús de línea.  Sí, ese que nos cruzamos cada veinte kilómetros en dirección opuesta, atestado de gente, destartalado, con más pasajeros hacinados en el techo que dentro, sin ningún tipo de amarre por supuesto…
Carreteras de tierra imposibles de mantener por el monzón, muchísimo barro, surcos, piedras, agua, polvo, desfiladeros, árboles caídos, cuestas, precipicios, barro… más polvo.
 Gracias a una buena tracción del coche, a la pericia del conductor y por supuesto a no pasar de veinte kilómetros por hora vamos haciendo kilómetros. Nada más salir de la ciudad el aire cambia, también el entorno, parece que estamos haciendo un viaje en el tiempo, cada vez más rural, casas de adobe, techos de paja, senderos de cabras…muchos campos de arroz en las partes bajas, casas destartaladas, menos basura, pero menos accesos, menos suministros… En las partes altas de las montañas muchas piedras y poca vegetación, no sabe uno de que se alimenta ésta gente.

Casi todo el viaje lo hacemos siguiendo el curso de un gran rio, que no es tanto por el agua que lleva ahora sino por la cuenca que tiene y  que supongo en época de monzón debe de ser impresionante, se abre paso entre las montañas  y los cantos rodados, fluye con mucha violencia, pero el agua se ve clara y fría… baja desde lo mas alto de las montañas…allá en el Himalaya…

Al final del primer día, llegamos a un puente colgante, metálico de casi un kilómetro, antes de que pare el jeep un montón de personas se agolpan a nuestro alrededor y casi nos sacan a la fuerza, desesperados discuten por conseguir una plaza, yo no entiendo bien que pasa, parece que están huyendo de algo y éste coche es su única salida (después entenderé que está anocheciendo y esa gente llevaba todo el dia esperando para un jeep y por supuesto cuando la noche llegue ya no se puede conducir por esas carreteras, ni hay donde quedarse a dormir si no encuentras vehículo)
Conseguimos bajar todas nuestras pertenencias, llenas de polvo del techo del vehículo, gran error el mio dejar la almuhada y la chaqueta al aire…pero no importa, tampoco  hay donde dejar las males ahora y el suelo está aun mas sucio, asi que  lo que no se ha manchado antes se mancha ahora.
 Todo está lleno de desperdicios de la gente que espera transporte, basura, restos de comida, envoltarios, excrementos de anilaes, barro…mejor no pensarlo, ya está…”déjalo ahí y no mires…”
La deseperación se hace conmigo cuando nos dicen que debemos de cruzar al otro lado a pie ¿con mis maletas a cuestas? Imposible, “no te preocupes hay porteadores”
Me da vergüenza, yo me hecho mi mochila a la espalda, pero  aún llevo otra que pesa mas de ruedas (que magnífica idea), además de la mochila con la cámara, el trípode, el portatil, baterías, focos y demás). Todos a nuesto alrededor empiezan otra vez a discutir, a empujarse, y ha empujarnos, pelean por quién hace los portes,  sin darme cuenta la mitad de mis mochilas han desaparecido, y  veo a una mujer que ha atado una cuerda a mi maleta de ruedas y la lleva a la espalda, colgada de la frente…no me lo puedo creer  y la sigo para cruzar el puente.
 Por supuesto no hay escaleras, bajamos la colina de piedra  en piedra…para mi es imposible y  casi pierdo los papeles  y me pongo a llorar como una niña pequeña “¡yo no puedo pasar  por ahí!..” ella, descalza salta como las cabras y no puedo seguirle el ritmo…los niños que me rodean porteando bultos de mis compañeros, se rien de mi…me desepero, pero me concentro, y sigo adelante, por fin llegamos al puente…
El puento no es mas ancho que yo y mide casi un kilómetro por encima del ancho rio a no se cuantísimos metros, se tambalea por el trasiego de gente  a mi no me da especialmente miedo, pero alguna compañera se pone muy nerviosa, tiene vértigo y ya empezamos a estar al límite….
Yo no puedo apartar mis ojos de la mujer que portea mi maleta… ¿Por cuánto dinero estaría yo dispuesta hacer eso?...en serio, no hay dinero suficiente… mas tarde aprendería que cien míseras rupias (unos setenta céntimos de euro) le valían para una amplia sonrisa.
Por fin llegamos al otro lado y cargamos el autobús  que nos esperaba, me llama la atención que los nepalíes que nos acompañan de la organización no mueven ni un dedo. Allí estamos todos los occidentales (menos algún despistado) arrimando el hombro  y ellos como señoritos mirando,  sentados a la sombra y esperando…¿Qué pasa? ¿tiene que ver que como son de las castas altas y no pueden hacer esfuerzos…o es que quieren acabar con mi paciencia?
Por fin estamos listos para partir, otra vez. No hay forma de acceder a los asientos del bus, todo el pasillo está lleno de maletas amontonadas, desordenadas..nadie sabe donde está lo suyo, y  yo lo único que conservo es mi mochila con la cámara que no pierdo nunca de vista. Ya es de noche, nos habían advertido de que “Nunca, nunca viajaramos de noche” pero aquí parece que van hacer una excepción…
Tras una hora llegamos al “hotelito” una casa por ponerle un nombre, en la que no se ve absolutamente nada. La planta baja que no es mas que una sala, está llena de mantas en donde duermen los dueños, hay una “cocina” que es una agujero en el suelo en donde la poco amable señora nos calienta unos “chowchow”, que es la versión nepalí de comida rápida (pasta deshidratada en bolsa, ya con su sobre de especies) a la que añaden agua hirviendo y ¡listo!, es la primera y única comida después de un día duro y largo, comemos  casi sin hablar, cansados, agobiados  y porque no reconocerlo, algo arrepentidos de toda esta aventura…
Yo no paro de repetir en mi cabeza “¡dónde coño te has metido?”
No hay mucho que hacer, y no se ve nada mas allá del mugriento porche, no hay charlas ni nada que decir, mañana saldremos a las cuatro de la madrugada y ya son mas de las ocho así que nos vamos a dormir pronto.
Nos conducen a la planta de arriba, una sóla estancia con camastros de madera (sin colchón) separados por listones de bambú a modo de paredes…no hay camas para todos así que unos duermen en el suelo (se levantarán al dia siguiente comidos por las chinches, pulgas o lo que fuere) otros tenemos la suerte de compartir cama, yo lo hago con Maria (la gallega), ella no ha venido con el servicio de voluntariado, ella lleva ya seis meses fuera de casa, primero en India y ahora dos aquí, paga su voluntariado a razón de ciencuenta euros al mes. Vino para trabajar en un proyecto de mujeres en un pueblo cercano a Katmandú, ya lo terminó y ahora había decidio visitar el pais, pero se cruzó con nosotros en el hotel y mitad por que le caimos bien mitad porque quería vivir la experiencia de empezar un proyecto desde cero, se ha subido al carro y nos acompañará las primeras dos semanas de proyecto.  Es una tia muy maja, y la verdad no viene nada mal la compañía…el calor humano.
Por la mañana los depertadores suenan demasiado temprano, partimos de noche y sin desayunar…ya lo haremos en camino…
Nos subimos al bus y el día pasa entre cabezadas, golpes por los movimientos de autobus y el “mejor no mires por la ventana”… un gran precipicio, una gran agujero en la carretera, autobuses descarrilados en el fondo del  valle… “en serio, mejor no mires”...

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